Callao
Sentada
frente al mar, La Punta.
Así estaba yo, con mis tabas y sus agujeros por tanto girar en el semáforo por unas monedas para mi día.
Esa era yo, con mi cara seria y millones de bromas derritiéndose en mí como helado al sol.
Caía la noche, como caían mis lágrimas. Caían mis clavas, como caía el dólar.
Me cansé del mar y su grandeza, así que me fui a andar por el Callao.
En el, encontré un ilustre mercadillo, ingresé y compré una riquísima mazamorra morada con arroz con leche para chuparme los dedos porque olvidé pedir cuchara y obviamente la buena señora olvidó dármela.
- Mierda, tanto caminé que se hizo las 10 de la noche y yo en el Callao, en el bravo Callao – dije
- Tengo cara de piraña – pensé
- No, no es cierto – me dijo un muchacho como escuchando mi pensamiento
- ¿Qué haces por acá? – Preguntó - ¿eres malabarista?, pareces colombiana.
- ¡Woh! Muchas preguntas – le dije
- J aja, oye flaca, justo un tío va a celebrar el cumple de su chibolo y su payaso le falló, tú la haces fácil
- ¿Qué sí?, ¿dónde queda?
- Acá nomás a unas cuadras, vamos te va achorar bien
- Me van a chorear bien – pensé – a ver, vamos
Caminamos, siempre yo aparentaba estar muy segura pero por dentro me cagaba de miedo y no por estar en el callao si no porque yo no soy payaso.
Pasamos unas 10 cuadras y un portón verde militar despintado estaba abierto interrumpiendo la vereda pero nadie se quejaba porque todos estaban a dentro.
- Tío – gritó el pata – tío
- Bien, bien, muchachón, tú siempre me salvas – dijo el señor, entregándole a escondidas algo en su mano para que yo no vea pero sabía bien que era marihuana
- ¿Y tú mi amor, eres colombiana? – Me dijo
- No, soy peruana y no soy su amor – le respondí
Pensó un poco y me dijo – Bueno, ¿cuál es tu nombre? – preguntó – Yo soy Mariano Sosa
- Mi nombre es Ángela Díaz Grippo – Nos dimos la mano como saludo
- Bien, Angelita, ¿haces malabares no? – Preguntó – en unos minutos empezamos y ya tú haces todo lo que sabes, no te preocupes por el pago – y saco 200 soles y me lo puso en el bolsillo de mi chaleco –
Así estaba yo, con mis tabas y sus agujeros por tanto girar en el semáforo por unas monedas para mi día.
Esa era yo, con mi cara seria y millones de bromas derritiéndose en mí como helado al sol.
Caía la noche, como caían mis lágrimas. Caían mis clavas, como caía el dólar.
Me cansé del mar y su grandeza, así que me fui a andar por el Callao.
En el, encontré un ilustre mercadillo, ingresé y compré una riquísima mazamorra morada con arroz con leche para chuparme los dedos porque olvidé pedir cuchara y obviamente la buena señora olvidó dármela.
- Mierda, tanto caminé que se hizo las 10 de la noche y yo en el Callao, en el bravo Callao – dije
- Tengo cara de piraña – pensé
- No, no es cierto – me dijo un muchacho como escuchando mi pensamiento
- ¿Qué haces por acá? – Preguntó - ¿eres malabarista?, pareces colombiana.
- ¡Woh! Muchas preguntas – le dije
- J aja, oye flaca, justo un tío va a celebrar el cumple de su chibolo y su payaso le falló, tú la haces fácil
- ¿Qué sí?, ¿dónde queda?
- Acá nomás a unas cuadras, vamos te va achorar bien
- Me van a chorear bien – pensé – a ver, vamos
Caminamos, siempre yo aparentaba estar muy segura pero por dentro me cagaba de miedo y no por estar en el callao si no porque yo no soy payaso.
Pasamos unas 10 cuadras y un portón verde militar despintado estaba abierto interrumpiendo la vereda pero nadie se quejaba porque todos estaban a dentro.
- Tío – gritó el pata – tío
- Bien, bien, muchachón, tú siempre me salvas – dijo el señor, entregándole a escondidas algo en su mano para que yo no vea pero sabía bien que era marihuana
- ¿Y tú mi amor, eres colombiana? – Me dijo
- No, soy peruana y no soy su amor – le respondí
Pensó un poco y me dijo – Bueno, ¿cuál es tu nombre? – preguntó – Yo soy Mariano Sosa
- Mi nombre es Ángela Díaz Grippo – Nos dimos la mano como saludo
- Bien, Angelita, ¿haces malabares no? – Preguntó – en unos minutos empezamos y ya tú haces todo lo que sabes, no te preocupes por el pago – y saco 200 soles y me lo puso en el bolsillo de mi chaleco –
Hice
malabares, malabares con fuego, soplé la vela junto al niño, conté unos chistes
que me salió de improviso y hasta saqué a bailar a algunos señores panzones y
bien bigotudos.
- Gracias Angelita, caíste del cielo como un Ángel – dijo Mariano Sosa
- De nada señor, gracias a usted también, la he pasado muy bien
Paró un taxi y me fui a mi casa, contenta de lo que había pasado.
En ese momento me acordé del muchacho, del pata, ¿a dónde fue? ¿Cuál era su nombre? Y ¿por qué no me había invitado marihuana?
- Gracias Angelita, caíste del cielo como un Ángel – dijo Mariano Sosa
- De nada señor, gracias a usted también, la he pasado muy bien
Paró un taxi y me fui a mi casa, contenta de lo que había pasado.
En ese momento me acordé del muchacho, del pata, ¿a dónde fue? ¿Cuál era su nombre? Y ¿por qué no me había invitado marihuana?
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